La capacidad de ver más allá permite un sinfín de posibilidades para comunicarnos y acercarnos a las personas. Obtener una valiosa información, y lo más importante de todo, la rescata para ofrecérsela. Y de esa forma, acompañar a seguir creciendo, curando o cuidando…
Me vas a permitir que comparta esta semana contigo una foto . ¿Qué ves?.
Podrías decir que parece una vieja casa, que se adivina grande tras el árbol que la precede.
Tiene tres plantas, desconchada la fachada y el tejado bastante deteriorado. Se diría que está bastante ruinosa.
Puede ser que digas algo así. Es lo evidente.
Ahora te comparto esta otra foto. Efectivamente lo que ves son las ruinas.
Ahora te diré lo que yo veo. Yo veo lo que está oculto, con los ojos de mis recuerdos.
Es la casa de mis antepasados, de mis abuelos, de mi padre, de mis tíos. Ha sido testigo de un sinfín de historias, momentos felices y tristes. Lo que yo veo es la chimenea del piso de arriba, única calefacción en un principio con la que contaba la casa donde pasábamos horas interminables alrededor del fuego. Mirando chisporrotear las llamas, jugando a las cartas con mi abuelo, mis tíos y tías, peleando con mis primos y hermanos o viendo nevar…
Esta casa la han demolido hace poco. El paso del tiempo ha podido con ella. Pero no ha podido con todas la imágenes y los estupendos recuerdos que me he quedado, con mi vivencia de los veranos en la huerta, mientras mi abuela regaba las vainas, daba de comer a las gallinas, prendía fuego a los nidos de arañas o cogíamos fresas silvestres que crecían cerca del agua del pozo.
Veo el castaño de Indias, ¡más que centenario!. Alto y fuerte, con aquella frondosidad inigualable hecha de tupidas ramas, de flores y hojas. Oigo el tren que pasa, estoy desayunando pan con mantequilla y aquella leche de vaca que tan poco me gustaba, mientras mi abuela baña a algún nieto recién nacido en un balde a lado de la cocina económica. Subo con mi abuelo al desván a coger más leña, huele a polvo y a madera…
Podría abandonarme a mis visiones, a todo lo que me evocan estas imágenes que os muestro y no acabar nunca este post. Para mí no es una casa. Es parte muy importante de mis orígenes y es ya indestructible.
Así me imagino a la persona. Esa que tenemos delante en nuestro día a día. Como coaches, o como médicos, o como lo que seamos. Quién sabe lo que hay detrás de cada fachada, de cada persona que nos muestra su imagen y se relaciona con nosotros en busca de acompañamiento, asesoramiento, consejo… «El mapa no es el territorio» como solemos decir tantas veces en coaching.
Si le diéramos la oportunidad de mostrarnos lo que permanece escondido… ¿Qué matices podríamos apreciar?. ¿Qué brillo existe tras unos ojos cansados?. ¿Qué chispa de felicidad tras una actitud derrotada?. ¿Qué ganas de jugar ante una apariencia de rigidez?, y ser espejo en el que el otro se mirara de manera renovada para poder seguir aprendiendo de la imagen que le devolvemos de sí mismo…
He visto esta semana el «Dodecálogo personalización pacientes en el sistema sanitario» dentro del Seminario de Innovación en Atención Primaria.
- «Mírame a los ojos, acércate cortésmente. Acompáñame. Tócame. Se curioso/a»
- » No soy un número una cama, un órgano, ó un diagnóstico aislado. Soy persona»
- «No des por hecho vínculos ni expulses sistemáticamente a mi acompañante»
- «Escúchame. Comprende mi sufrimiento y no lo desprecies»
- «Adapta tu lenguaje y explícame lo que me pasa, los pasos…Necesito entenderlo.»
- «Entiende, acepta y tolera mi querer o no querer saber. Adáptate a mi ritmo»
- » Mi voluntad tiene prioridad sobre la tuya. Ayúdame a tomar mis decisiones»
- » Procura no juzgarme. No me culpes por mi enfermedad o hábitos de vida»
- «Si estás contento/a, sonríeme. Si estás desbordado/a, se cuidadoso/a»
- » ¿Sobrepasado?. Ofértame más tiempo para poder decirte todo lo que quiero»
- » Sé valiente. Olvida incentivos y guíate por la ciencia y la conciencia»
- «Trátame como te gustaría que te tratasen a ti, pero teniendo en cuenta mis valores»
Estamos en el siglo XXI, y sospecho fuertemente que en la era de la tecnología en donde todo es avance, información, conectividad, necesitamos «desesperadamente» rescatar algo que tiene más que ver con lo que se encuentra tras las ruinas de la vieja casa de mis antepasados.
Lo que, por cierto, no deja de sorprenderme, es que se llame Innovación.
Querida hermana: gracias. esencias indestructibles!! Un beso
Precioso y emotivo tu recuerdo sobre el viejo caserón de Ameztia.
El paso del tiempo y los elementos climáticos han podido con «EL».
Un cariñoso saludo con un besazo de los tíos.
Pensaba que te habría llegado mi comentario, pero Toto me dice que no.
Era para decirte que me encantó tu escrito y recordé momentos y situaciones que permanecian adormecidos lejos lejos…
Un abrazo