¿Quién dijo que salvar vidas era exclusivamente labor del médico ó del profesional sanitario?. Como nos cuenta este chef “preventivista” en relación a la alimentación y la obesidad, para prevenir no hace falta ser médico, ni tener equipos caros, ni tan siquiera medicinas. Su receta es estar empeñado en educar e informar a nuestros hijos e hijas acerca de los principios de la alimentación saludable y enseñarles a cocinar.
Es cierto, con frecuencia me pregunto qué estamos haciendo en nuestros hogares, qué estilo de vida estamos llevando que nos hemos olvidado de enseñar a nuestros hijos algo tan fundamental para su salud -presente y futura- como por ejemplo, cocinar, al modo que lo hacían generaciones anteriores.
Que levante la mano el que no desea para sus hijos una vida larga y feliz. Ponemos a su alcance infinidad de recursos materiales en forma de ocio, vestido, clases,…pero realmente ¿Qué lugar ocupa en la educación que queremos para ellos, como padres, el inculcarles -y predicar con el ejemplo- los principios de unos buenos hábitos para su salud? ¿En quién o en qué estamos delegando esa importante labor -si es que lo estamos haciendo-?
También me pregunto con frecuencia, si en esta tendencia ahora tan en boga- tan necesaria-, como la de tratar de aplicar los principios de la inteligencia emocional (esto del aprendizaje basado en emociones, o las emociones como motor del aprendizaje) al ámbito de la educación, no podría ir de la mano de insuflar esos mismos principios a la instauración del hábito de la alimentación y de otros hábitos que tienen tanto impacto en la salud , en un mundo que está ya metido de lleno en el entorno de las enfermedades no transmisibles tan relacionadas con los estilos de vida.
¿Qué ocurriría si de la mano de la educación y de la información se generaran en las personas habilidades prácticas para implementar una forma de alimentarse, de relacionarse con los demás, de gestionar las propias emociones, de realizar actividad física..?
Por supuesto que existen iniciativas que tratan de llevar a los hogares y a las escuelas estos principios de educación para la salud. Puedes documentarte acerca de la eficacia y los retos pendientes en estos informes de la Unión Internacional para la Promoción de la Salud y la Educación para la salud. Pero de la misma forma que el paradigma educativo está siendo repensado y se están detectando otras necesidades en el sistema actual, no es menos cierto que las estrategias para empoderar a las personas en el cuidado de su salud, deberían empezar allí donde estos niños viven y se relacionan; en sus ámbitos familiares y escolares, y estos modelos presentan carencias y precisan ser revisados
¿Cómo podemos entre todos, encontrar la forma de implementar ese aprendizaje en salud basado en las emociones y motivaciones de las personas, para “salvar vidas”? Me temo que esto es mucho más que llegar a nuestros escolares o a nuestros hijos con un folleto de hábitos saludables , con un curso de cocina , o con unas clases de orientación afectivo-sexual.
Acompañar a las personas en cualquier camino, y en éste de los hábitos saludables también, es individualizar para cada persona lo que precisa en cada momento, detectar sus necesidades concretas y animarla a encontrar sus motivaciones para llegar a conseguir sus objetivos.
La información, en forma de un taller, de unas clases , de una charla, de una lectura, son parte de la R de los recursos que , si quiere, la persona empleará para adaptarlos a su estilo de vida. Pero el objetivo, la meta, la motivación, los valores desde donde cada uno se pone en camino son de la propia persona. La clave de la educación, y la clave de la educación para la salud, estará en ayudar a que las personas se escuchen desde edades tempranas y acompañar a nuestros hijos e hijas a “cocinar” sus propias recetas para llevar una vida saludable.
¿Cuál es tu receta para “salvar su vidas”?